En Maine no fueron los primeros en apartar el iPad del sector educativo, ni serán los últimos
Da la sensación de que lo que ha ocurrido en Maine en los últimos días ha disparado las alarmas en varios frentes, como si de una situación nueva se tratase.
La realidad es que los hechos de Maine son el reflejo de una situación tristemente habitual debido a un problema que no es ni por asomo, del iPad, ni de Apple.
No se puede negar que Apple en Estados Unidos -y poco a poco en otros lares- está haciendo auténticos esfuerzos para popularizar el iPad en el sector educativo. Pero la compañía no va más allá de vender los lotes de la tableta a los centros educativos. No es que deba ir más allá, es que simplemente cumple con su cometido. El problema viene con el contenido educativo del iPad.
En Estados Unidos el lote se compone de los iPad más el contenido que es proporcionado por terceras partes, empresas dedicadas a este cometido. Así, mientras el iPad ya está en manos de los alumnos, el contenido educativo nunca llega a implementarse, sobretodo en los casos de dispositivos que deben pasar por varios alumnos y con ello, diferentes temarios. No se sabe si estas empresas son demasiado lentas, o es Apple demasiado rápida en vender, pero el caso es que se ha llegado a un punto en que a veces el contenido nunca ha llegado a implementarse, y las cosas han escalado hasta investigaciones policiales porque el fondo del asunto es más que turbio.
Por otra parte, al ser el iPad un aparato muy goloso, a menudo termina dedicado a hacer cualquier cosa menos el fin al que estaba destinado en un principio, por no hablar de los dispositivos que desaparecen de los centros para no regresar jamás. Evidentemente, un centro escolar no puede permitirse llegar a estos extremos, donde además de que los aparatos no influyen en nada a la educación, encima les conlleva una pérdida de dinero.
Explicado por profesores españoles, cada país tiene su propio plan de estudios, pero en España los obstáculos para la implantación del iPad en las escuelas es más o menos el mismo. La raíz del problema al parecer radicar en que el temario de cada curso no sólo debe adaptarse al iPad, sino que a menudo debe actualizarse. En teoría es tan simple como modificar lo que debe cambiarse y actualizar el temario -iBooks Author se basa en esta magia para que en algunos países sea una herramienta tan popular- pero eso equivale a la editorial de turno que cambie la pagina tal y la cual. ¿Imagináis la respuesta? En teoría la modificación por parte del profesorado no sólo estaría sujeta a derechos de autor de la empresa editora, sino que además, el profesorado no debería estar por estos menesteres. Así, el temario se quedaría tal y como está de origen… si llegase a implementarse.
La no-implememtación del contenido de los iPad se antoja como más plausible en algunos países donde las editoriales y algunos ministerios ya están compinchados para, literalmente, vivir del cuento de por vida. Cada año se saca una nueva edición del temario con leves modificaciones, y por supuesto, cada año los libros obligatorios son más caros. No es rentable el mantener actualizada una versión digital que se ha pagado una sola vez, y no se volverá a pagar, porque va cambiando de manos de generación en generación, además de que se necesita personal que vaya actualizando este contenido. Personal que, por otra parte, ¿Quien mantiene en nómina?
Otra pega es la costumbre del libro, de la ficha de la lección, de la pereza de adaptarse, del miedo al cambio y a lo desconocido, y del simple hecho de que si tenemos lápiz y papel y un iPad, lo más probable es que nos vayamos primero al lápiz y el papel que al iPad para anotar casi cualquier cosa.
Pero, paradójicamente, las primeras espadas en el uso del iPad son a menudo los que más deben corregir la lectura, la escritura o el cálculo matemático. Si antes dibujábamos mientras el profesor explicaba, imaginad lo que haríamos ahora con un iPad. Y no; probablemente no jugaríamos porque jugar implica descargar el juego previamente.
Y es que la infraestructura para mantener los iPad en los centros españoles es tan paupérrima como inviable: Poca y mala conectividad wi-fi, además de tener que adquirir el resto de material para mantener el plan de estudios en pié a nivel de ordenadores que sirvan el contenido, y aparatos complementarios que carguen los iPad, como los denominados carros de carga y transporte.
En definitiva, no parece muy sencillo mantener en pié los iPad en los planes de estudio de los centros escolares de muchos países. Por supuesto, habrá muchos centros en los que les irá de maravilla y las tablets cumplirán con su cometido, pero puede que estos centros no sean tan numerosos como para poder hablar de ‘éxito del iPad en las aulas’.
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